Un día olvidaré mi sueño.
Ganará él, como gana siempre.
Y dejará de importarme la lucha, la utopía, el Reino.
Y será importante lo que siempre lo ha sido, en el fondo; el dinero.
Y pediré perdón a Dios, si aún es mi dios, y a mi compañero, si aún es mi pareja. Y a todos quienes compartieron conmigo luchas y momentos, porque les defraudaré.
Y será más importante la hipoteca, lo será más que la risa, el sol, la libertad. Y claudicaré porque nacemos para ser vencidos.
Vencidos por el mercado.
Es triste.
Es destino.
Perdón.
Perdón.
Prometo que le costará: pelearé, lucharé, morderé, gritaré, lloraré, me dejaré las uñas.
Y perderé.
Como todos.
Lo sé, y lo siento.
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